Mis amigos me llaman «Rojo» y vosotros también podéis. Pero hace mucho tiempo que se me conoce como «el Árbol de los Deseos». Viene gente de toda la ciudad a adornarme con trozos de papel, adhesivos, retales, hilos de lana y algún calcetín. Cada ofrenda representa un sueño, un deseo, un anhelo. Envolviendo las ramas, lanzadas al aire o atadas con un lazo: todas son la esperanza de algo mejor.
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